A pocos días de cumplirse un mes de la firma del acuerdo para el cese de las hostilidades entre el Gobierno ucraniano y los líderes separatistas, el persistente flujo de desplazados genera cada vez más tensiones en Odessa, mítica ciudad portuaria del Mar Negro y de mayoría rusohablante. Allí la población vive en los últimos meses con el dilema de la solidaridad o la disensión con sus compatriotas prorrusos.
Odessa
sufrió un suceso trágico relacionado con el levantamiento de los separatistas
en la región oriental de Ucrania cuando una manifestación prorrusa fue atacada
a principios de mayo por radicales proucranianos. Los prorrusos se resguardaron
en la Casa de los Sindicatos y los radicales con cócteles molotov prendieron
fuego al edificio causando 46 muertos y cerca de 200 heridos.
"Doscientos
desplazados siguen llegando a diario de Donbass (región que comprende Lugansk y
Donestk)", afirma el religioso Petro Serdichenko, quien dirige en Odessa
una organización caritativa que ha ayudado a medio millar de desplazados desde
el pasado abril. Según cifras aportadas por las autoridades de Odessa al Alto
Comisionado de la ONU para los Refugiados, a esta ciudad han llegado hasta
ahora 14.700 desplazados, de los que 2.000 provienen de Crimea, península que
Rusia se anexó el pasado marzo.
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